En vísperas del 25 de mayo, el gobierno de Javier Milei lanzó entre bombos y platillos una batería de medidas para desregular todavía más las transacciones comerciales y financieras en nuestro país. Anuncian que son lo nuevo, pero huele tanto a Martínez de Hoz que da asco. Así reza la verdad libertaria número uno: primero los dólares y bonos, después las billeteras virtuales y por último los bancos sin restricciones. De la patria y las personas ni noticias.
La fase actual del plan Caputo implica la transformación de la Argentina en un paraíso fiscal con una economía completamente primarizada y de base extractivista, con gigantescos bolsones de trabajo informal y un Estado que abandona el control del territorio a manos del narco y empresarios de comienzos del siglo XX, sin registro alguno de leyes y derechos laborales, y que le recuerdan a sus trabajadores que ahora son libres de poder laburar todas las horas que quieran. Una típica república bananera, acostada sobre el colchón de dólares que el FMI y los capitales especulativos garantizarán mientras les convenga, a cambio de saquear cada riqueza de nuestro suelo y con total libertad para disparar contra quienes se resistan.
Esa no es la patria que soñaron los próceres que llevaron adelante la Revolución de Mayo y dieron su vida para liberarnos del yugo español o cualquier otra potencia extranjera.
Pero sabemos también que en aquel mismo momento ciertos personajes asociados con el capital británico -que fracasó en imponer sus intereses en las invasiones de 1806 y 1807- querían negociar nuestra dignidad, nuestra soberanía, nuestras minas y nuestra tierra por un puñado de libras esterlinas. Y desde entonces luchamos, con mucho coraje y mucha honra, sin resignarnos ante las derrotas y los tropiezos, con la clara conciencia de que, como nos decía Néstor, un país distinto es posible.
El Estado que imaginaron Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano, y que luego defendió San Martín como gobernador del Cuyo, era un Estado activo, fuerte, con voluntad de conducir la economía hacia el bien común y no para que unos pocos privilegiados acumulen inmensas fortunas privadas a costa de las grandes mayorías populares. Era un Estado que aspiraba a construir una nación integrada continentalmente, donde cada provincia confluyera en un proyecto nacional y regional y no se pensara como una parte desmembrada del todo y entregada a su propia suerte.
Era un Estado que debía ser levantado a partir de esfuerzos y sacrificios de hombres y mujeres comunes con responsabilidades extraordinarias, que tenía el mandato de cuidar y apoyar a su pueblo; jamás ostentar la miserable crueldad de premiar a los evasores mientras ajusta a los trabajadores, las universidades y los jubilados, y reprime a quienes se atrevan a protestar.
Ese Estado de los revolucionarios de 1810 es el Estado que Néstor nos invitó a reconstruir hace ya 22 años, el 25 de mayo del 2003, cuando nos propuso un sueño: el de la Argentina unida y justa, que hiciera honor a nuestros patriotas fundadores. Ese sueño que vimos hecho realidad cuando pudimos celebrar nuestro Bicentenario con las calles colmadas por un pueblo feliz, con la presencia de presidentes latinoamericanos caminando entre millones de personas que sentían el orgullo de ser argentinos y argentinas.
Por el contrario, no existe para el discurso globalista de Milei algo que nos una, que nos dé sentido de pertenencia, que nos permita trascender en el tiempo. Solo el odio y el rechazo a toda obligación hacia los otros. Se llenan la boca hablando de “Dios, Patria y Familia”, pero en la triste y amarga vida que nos ofrecen el único “Dios” es el dinero que se desea pisando al de al lado; la única “Patria” la propiedad que no tiene que rendir cuentas ante nadie, y la única “familia” la familia rota, dominada por las deudas y los dispositivos tecnológicos, sin lugar para el amor, el cariño y la realización mutua.
Otro 25 de mayo, pero del 2023, Cristina nos convocó nuevamente a “construir organización, profundidad territorial de la organización, profundidad sectorial en los sindicatos, en las fábricas. Una sola persona no puede. Tiene que haber una organización. Tiene que haber cuadros que tomen la posta y lleven adelante el programa de gobierno que necesita la Argentina”.
Desde ese compromiso, tenemos la certeza de que todo lo que están destruyendo lo volveremos a reconstruir, apelando a la organización, la solidaridad y el patriotismo de nuestra gente, pero sin que esta vez se escape ninguno de los responsables de esta catástrofe social y humanitaria en la que nos quieren hundir. Vamos a salir adelante como lo hemos hecho siempre y recurriendo a lo mejor de nuestra historia. Porque como nos enseñó Leopoldo Marechal, “el pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria”.
Compañeros y compañeras, a seguir dando pelea con el mayor de los convencimientos, con el orgullo de lo que somos y lo que podemos hacer, militando en cada barrio con los pies en la tierra sin dejar de mirar al cielo, y Cristina conduciendo. Contra Milei y Georgieva, la patria se libera con el FMI afuera.
* Militante de La Cámpora.