Militancia

Jornadas Solidarias Papa Francisco

El lío de la solidaridad: cuando la fe se convierte en acción

WhatsApp Image 2025 05 04 at 19.17.01

Vecinxs y militantes transformaron la cancha del barrio Ricciardelli del Bajo Flores en un taller de esperanza: pinceles y manos solidarias tejiendo comunidad.

por La Cámpora Secundarios
4 may 2025

Yo no sé lo que es rezar, nunca lo hice. Pero sé lo que se siente cuando algo te toca el corazón y necesitás hacer algo con eso. Por eso estuve ahí, en la jornada solidaria que llamamos “Hagan Lío y organícenlo bien”, como nos pidió Francisco. Porque aunque nunca fui de estar cerca de la iglesia, a él sí lo sentí cerca. Porque cuando hablaba, parecía que nos conocía. 

El sábado bien temprano nos encontramos en la canchita del barrio, una de las más de 180 jornadas que se hicieron a lo largo y ancho de nuestra Patria, desde la Quiaca hasta Ushuaia. Éramos un montón. Pibes y pibas con ganas de hacer algo por los demás. Con pintura, escobas, palas, pecheras azules, pero también con historias, recuerdos, sueños. Y también estaban ellos: las vecinas y vecinos del barrio. Muchos creyentes, con sus rosarios, con una emoción enorme en los ojos. Se acercaban para ayudar con respeto, con ternura, con amor por Francisco, por el prójimo.

Y en ese encuentro pasó algo hermoso. Yo, que a veces siento que a nadie le importa lo que me pasa, me sentí parte de algo más grande. Nadie mandaba. Nadie sobraba.

Y sin decirlo, entendíamos que estábamos compartiendo algo importante.

Más tarde, mientras escuchábamos a una vecina contar lo que significaba Francisco para ella, me vino una frase que resonó mucho este tiempo: “Si no abrimos el corazón, la fe se convierte en una tradición cultural y no en un encuentro con el Señor que cambia la vida”. Y ahí entendí que esa jornada, más que refaccionar una cancha era un encuentro. No sé si con Dios, pero sí con algo que nos acercaba a una idea de comunidad construída desde la participación colectiva y la solidaridad como bandera. A una idea de esperanza, empujada desde la acción.


Predicar el amor por el otro es una condición necesaria para esto. Las militancias tenemos, además, otra tarea fundamental: hay que dar el ejemplo, poniendo el cuerpo, hablar con los vecinos y vecinas de los barrios, comprender su contexto, conocer sus problemas, miedos, emociones y pasiones, humanizar y ser humanizado.

Creo que, así como un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, una militancia que no conoce ni comprende a su pueblo no tiene vocación de ser, de transformar. El padre Mugica decía "ahora más que nunca hay que estar unidos junto al pueblo". Siento que ese ahora hoy corresponde a nuestro presente como nunca. En un momento de mucha frustración, tristeza y odio, "tener fe es amar al otro", creer que un futuro mejor es posible de la mano del otro. 


Militar con fé es una invitación a sentirnos parte de algo más grande y profundo, de una transformación continua y sustancial, de un movimiento nacional y popular, cuyo fin es su gente y su patria, a un proyecto político de una nación más justa e inclusiva, donde entren todos, todos, todos.


Al finalizar la jornada quedamos agotados, me acordé de esa última línea que leí de una prédica de Francisco: “Tu Espíritu nos sostendrá en los cansancios de nuestra entrega.” Y sí, nos sostuvo. Porque el alma no pesa cuando se hace algo con sentido. Porque cuando te vas a dormir sabiendo que hiciste algo bueno por el otro, se siente bien.

La tarea militante tiene que ser siempre la de aprender y escuchar.

A nosotros, los pibes y pibas que muchas veces el mundo ni registra. Por eso nos habló como nos habló. Nos dijo que hagamos lío, pero no cualquier lío. Lío del bueno. Lío que moleste al egoísmo, al odio, a la resignación. Nos pidió que no balconeemos la vida. Y ese día, nadie se quedó mirando. Todos metimos las manos. Todos hicimos algo.

Yo creo que Francisco nos veía.

Quiero que lo recordemos con actos. Con jornadas como esta. Con abrazos sinceros. Con ollas populares. Con canchas arregladas. Con escuelas abiertas. Con ternura organizada.


Entendí entonces que meterse en el barro y ensuciarse las zapatillas también es rezar. Que se puede honrar a alguien haciendo lo que él soñó: que los últimos sean los primeros. Que no nos olvidemos de nadie. Que no tengamos miedo a amar.