Como Mauricio Macri pero más rápido, hace tan solo cuatro meses el gobierno de Javier Milei firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que ya está incumpliendo. Violando las leyes argentinas y los propios estatutos del organismo, se firmó un Decreto de Necesidad y Urgencia que endeudó a nuestro país por veinte mil millones de dólares más, sumados a los cuarenta y cinco que ya había tomado Luís “Toto” Caputo en su temporada anterior en el quinto piso del Ministerio de Economía. La Argentina es el país más endeudado con el FMI del mundo y ya concentra la mitad de los préstamos del organismo, más que los siguientes nueve países del ranking juntos. Esto va a salir mal.
La Argentina proscripta
AUH o FMI

El verdadero gobierno en la Argentina es el del Fondo Monetario, que salva a Caputo de las inconsistencias de su plan transfiriéndole dos mil millones de dólares, relaja las metas fijadas de acumulación de reservas y suspende la tercera revisión de este año. Pero con la plata vienen otras exigencias: la des-universalización de la AUH, la des-nacionalización de la economía, los tarifazos y las privatizaciones. En octubre hay que votar también contra el FMI.
Hace apenas una semana se aprobó la primera revisión del programa, por la que Milei recibió dos mil millones de dólares, que se agregan a los doce mil millones que le entregaron en abril para evitar que se disparara el tipo de cambio. Los burócratas de Washington, mandados por el verdadero jefe de Milei, señalan que el gobierno gasta dólares en vez de acumularlos, lo cual pone en riesgo al país de no poder pagar los vencimientos que se amontonan en los meses y años por venir. Pero aunque los números de nuestra economía bimonetaria no cierren, lo que realmente le importa al Fondo es recordarle al gobierno argentino que el aire tiene precio y que las deudas se pagan no con dólares -que nos faltan- sino con humillantes concesiones que ofenden nuestra soberanía nacional.
Que nadie se equivoque. La supuesta laxitud del FMI con los tiempos de Milei y por la cual ahora la próxima revisión será dentro de seis meses y no tres -para no tensar en medio del calendario electoral- no se corre ni un ápice del listado de exigencias que declararon en abril. Para colmo, la aparición del candidato a ocupar la Embajada de Estados Unidos en la Argentina, Peter Lamelas -que el gobierno argentino está a tiempo de rechazar-, dejó bastante claro cuáles son las intenciones de Donald Trump y sus amigos respecto al país que gobierna su vasallo Milei. El último reporte publicado por el FMI el 1 de agosto sirve de advertencia de lo que ocurrirá después de octubre si no les ponemos un límite.

Por una parte, la demanda de un mayor superávit fiscal viene acompañada de una infeliz sugerencia sobre cómo obtener los recursos. Mientras el Fondo celebra los vetos de Milei contra las leyes “irresponsables” del Congreso, cuya principal audacia es querer aumentar un poco las jubilaciones o no dejar que se fundan las universidades públicas y el Hospital Garrahan, le dicen al presidente que puede ahorrar unos cuantos miles de millones de pesos volviendo más eficientes los programas sociales, entre los que nombra las pensiones por discapacidad y la Asignación Universal por Hijo (AUH). Textual: “Este mayor superávit se sustentará en controles de gasto más estrictos, así como en mejoras de eficiencia en los programas sociales, gracias a controles mejorados de elegibilidad para las pensiones por discapacidad y la Asignación Universal por Hijo (AUH), que se ven facilitados por la integración de diversos conjuntos de datos sociales en un único registro social”. Todo para diciembre de 2025.
El criterio del organismo supone modificar las condiciones de elegibilidad, para que la base de beneficiarios se achique considerablemente. Es decir, que la Asignación Universal deje de ser “universal” para ser selectiva. Sacar las retenciones a las exportaciones o bajar el impuesto a los bienes personales no son gastos preocupantes para el Fondo Monetario ni para el gobierno. Pulverizadas las jubilaciones y las pensiones, ahora hay que destruir las asignaciones. Lo dijo la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, días atrás en la entrevista con Andrés Ducatenzeiler: con Milei presidente, en los años que viene, “se termina la Asignación Universal por Hijo en la Argentina; este es el camino cruel, insensible y de pérdida de derechos”.
Y además de acelerar las privatizaciones, de hacer una reforma tributaria a imagen y semejanza de las grandes fortunas de los ricos, de profundizar los tarifazos que ya están castigando a las familias argentinas, reclama la reestructuración del sistema previsional con fecha tope para diciembre del 2026. Bajo este paradigma, las millones de personas que trabajan en el sector informal de la economía jamás podrán recibir una jubilación y las jubiladas bajo moratorias quedarán en riesgo de perderlas.
Hace veinte años, Néstor Kirchner tuvo que sacarnos al FMI de encima para que pudiéramos avanzar con la estatización de las AFJP y la Asignación Universal por Hijo. Ahora que Caputo nos sumergió de vuelta en el infierno del Fondo, vienen por la AUH y la ANSES para revertir las consecuencias de doce años de kirchnerismo, en los que las familias argentinas pudieron progresar y vivir con dignidad; para que nunca más haya gobiernos que se atrevan a sacarle a los que más tienen ni se animen a construir políticas de Estado que redistribuyan el ingreso en favor de las grandes mayorías populares. Por eso Cristina está presa. Por eso la proscribieron, y por eso la tenemos que liberar.

Por eso también, en la entrevista que dio el viernes en la AM530, sostuvo el presidente del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires y diputado Nacional, Máximo Kirchner, que “empiezan las laxitudes porque empieza a profundizarse la entrega” y que “lo que está financiando el Fondo Monetario no es el ordenamiento de la economía argentina, sino la desnacionalización profunda y completa de esa economía”.
Esto es lo que tenemos que discutir, esto se debate en las próximas elecciones. La alternativa es simple. O contamos con los votos, del Congreso y la sociedad, para sancionar leyes que alivien la vida de la gente, para ponerle límites al autoritarismo y al entreguismo del gobierno, para desmontar la impunidad de sus negociados y para rechazar los vetos de Milei -que son los vetos de Estados Unidos-, o el remate de nuestra soberanía, de nuestros bienes naturales comunes, de nuestra dignidad como pueblo será cuestión de un trámite dictado en alguna remota oficina en Nueva York o Washington, donde se sentarán los propietarios de toda la riqueza de la patria, mientras nosotros estamos cada día más pobres y más endeudados.
Argentina o Lamelas. AUH o FMI.