Hace 34 años que a Walter Bulacio -como ya sabíamos- lo mató la policía. Hace pocos días, la justicia argentina reconoció que a Lucas González, también. Hace 34 años que el asesinato de Walter Bulacio permanece prácticamente impune en la justicia con tan solo un condenado por privación ilegítima de la libertad y ninguno por homicidio. Hace pocos días, la Cámara de Casación, sin bien absolvió a dos condenados en primera instancia, confirmó la cadena perpetua para tres policías que mataron a Lucas y -muy importante- ratificó el agravante por odio racial.
Walter Bulacio y Lucas González
Los mató la policía

La impunidad de 34 años en el asesinato de Walter Bulacio y el reciente reconocimiento del agravante por odio racial en el caso de Lucas González ponen al desnudo la persistencia de la violencia institucional. Entre rock, movilizaciones y lucha popular, demostramos que patear todas las puertas hasta forzar un cambio judicial no solo es posible, sino imprescindible para honrar la memoria y garantizar justicia.

El secuestro y asesinato de Walter Bulacio y el fusilamiento racista de Lucas González tienen en común algo más que el gravísimo carácter de violencia institucional. A estos dos jóvenes hijos de la Argentina se les arrebató la vida cuando osaban cometer el pecado de intentar disfrutarla. Yendo a ver a su banda preferida uno, volviendo de jugar al fútbol el otro.
Ambos tenían 17 años cuando los asesinaron en la penumbra. El caso de Walter sucedió en plena noche neoliberal en los alrededores del Estadio Obras. El de Lucas, una tarde en Barracas en el crepúsculo del macrismo en la Ciudad, antesala de la nueva noche autoritaria que encarnan Javier Milei y Patricia Bullrich.

Ante los dos crímenes, y a pesar de los esfuerzos de sus encubridores, se levantó la voz popular exigiendo justicia. Canciones de rock, carteles en estadios de fútbol, convocatorias a los juzgados acompañando a las familias y masivas movilizaciones sostuvieron la verdad que el pueblo hizo canción y consigna porque “ya sabía”, pero la Justicia se resistía a reconocer.
Treinta y cuatro años después del asesinato de Walter Bulacio, la movilización social, la construcción de conciencia colectiva, los años de democratización generalizada que vivimos con Néstor y Cristina y la lucha denodada por una seguridad ciudadana para todos y todas, nos trajeron a un presente en que se hizo un poco de justicia por Lucas González. Que las condenas y el reconocimiento del agravante por odio racial sirvan no solo para llevar justicia a las familias y amigos de Lucas González sino también como evidencia, para todos y todas, de que pelearla y patear todas las puertas, aunque el objetivo parezca lejano o imposible, tiene sentido.

En tiempos donde, quienes conducen a las fuerzas de seguridad nacionales, legitiman y habilitan el accionar ilegal por parte de algunos de sus agentes; en tiempos en que la máxima jefatura del Estado promueve el odio en todo momento y en todo lugar, más que nunca tenemos que hacer carne la convocatoria de Cristina Fernández de Kírchner a pensar y construir una nueva estatalidad también por la memoria de Walter Bulacio y Lucas González.

Una nueva estatalidad que se haga cargo de la seguridad de todos sus ciudadanos y ciudadanas. Una nueva estatalidad en la que los agentes de las fuerzas de seguridad puedan sentir plenamente el orgullo de cumplir con la Patria y el Pueblo en lugar de soportar el escarnio de dirigentes irresponsables que justifican crímenes para hacer politiquería. Una nueva estatalidad que NUNCA MÁS encuentre justificadores ni incitadores a defraudar a nuestro Pueblo con la utilización del poder que se le confiere para castigar a un pibe o una piba por pretender ser felices en esta vida.
Walter Bulacio y Lucas González, PRESENTES.
* Militantes de La Cámpora.