La gesta popular del 13 de abril de 2016, comenzó por lo menos un día y medio antes. Cientos de compañeros y compañeras de La Cámpora y otras organizaciones populares, el 11 a la noche, coparon la zona de los estacionamientos del Aeroparque, con lluvia y un viento helado, para recibir a Cristina. La espera se amenizó con mate, charla, abrazo y cancionero popular, que había sido actualizado con dos temas que sonarían fuerte y sentidos durante todo el gobierno de Cambiemos: “Vamos a volver” y “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”.
La Jefa del Movimiento Nacional aterrizó cerca de las diez de la noche, proveniente de El Calafate, en un avión de Aerolíneas, y la alegría desbordó vallas y cordones. “Cristina, Cristina, corazón, acá tenés los pibes –y las pibas- para la liberación”.
El encuentro y saludo fue breve, pero fervoroso y necesario para recargar pilas.
Habían pasado cuatro meses de la despedida de su segundo mandato de gobierno, ante las más de 800 mil personas que reventaron de pueblo la Plaza de Mayo, y se trataba de su primera aparición pública.
Cristina partió hacia su departamento de la calle Juncal, y atrás la acompañó una larga caravana de autos y colectivos llenos de militantes y simpatizantes que hacían sonar las bocinas y flameaban banderas con el cuerpo por afuera de las ventanillas. El clima no acompañaba, y estaba anunciado que el mal tiempo se extendería por las próximas horas. En la Recoleta la esperaba otra enorme cantidad de gente, y La Cámpora había organizado una vigilia para no dejarla sola ni un minuto en su paso por Buenos Aires.
Esa noche salió al balcón y saludó a la militancia. El amor era incondicional, y recíproco. El agradecimiento, también.
Ella siempre había estado, y la consigna elegida para estar cerca suyo durante aquellas horas en las que despuntaba la persecución judicial, fue "El 13A todos con Cristina".
En las unidades básicas, el 13 de abril arrancó a las cuatro de la mañana. Otra vez el mate, las facturas, la mochila con una muda de ropa, zapatillas cómodas y piloto, porque estaba anunciado lluvia y la jornada sería muy larga y agotadora. El plan era ingresar y atravesar la ciudad a pie, y darle cuerpo y volumen a una epopeya caracterizada por la movilización de un pueblo en defensa de su líder. Por eso, desde muy temprano, y desde distintos puntos de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, miles de militantes populares, encolumnados en sus organizaciones, emprendieron una caminata hacia Retiro.
Una de las arterias elegidas fue la avenida San Juan. Otra: la avenida Corrientes: Los de la tercera sección electoral bonaerense: la avenida Hipólito Irigoyen. En todos los casos, se pusieron en movimiento cuando todavía no había asomado el sol, y bajo una insistente llovizna, que en ningún momento hizo amainar el entusiasmo de los compañeros y compañeras. Con bombos, platillos y redoblantes, trompetas, banderas, y morteros y tres tiros que retumbaban en la primera claridad de la mañana, las columnas se ensanchaban y recibían señales de apoyo a medida que avanzaba hacia el bajo.
Ya de día, y con la ciudad en movimiento, las columnas atravesaron el centro de la Ciudad, ganando toda la calle, con la fuerza, alegría y color que caracteriza a las movilizaciones kirchneristas, y avanzaron hacia el objetivo final:
Retiro al fondo, donde la presentación judicial de Cristina se convertiría en un acto político multitudinario.
Todos los que estuvimos allá esa mañana recordaremos por siempre el aguacero que cayó sobre la multitud a media mañana. No fue el primero ni sería el último, pero fue único por el marco que ponían las cientos de miles de personas que copaban esa zona muy poco acostumbrada a tener contacto con un pueblo que mostraba los dientes.
A esa hora, ahí cerca, miles de compatriotas bajaban del tren y ganaban con el paso apretado el andén, con los brazos en alto y banderas argentinas anudadas al cuello, traspasaban los molinetes abiertos y copaban el hall para ponerse a cantar consignas a favor de Cristina, la Presidenta Coraje.
La imagen se repetía en los halles de las tres líneas de trenes que tienen terminal en Retiro: San Martín, Mitre y Belgrano. Las oleadas de hombres, mujeres y chicos, cubiertos por banderas, pancartas, portarretratos, afiches callejeros y pilotos, se encolumnaban por la avenida Ramos Mejía, en dirección a la concentración. En paralelo, otra columna llegaba a pie: eran los compañeros y compañeras que estaban en Juncal.
La zona estaba totalmente desbordada, y la imagen área de la multitud, a partir de ese día, pasaría a formar uno los capítulos más épicos del acervo kirchnerista.
Muchos hablarían de aquella gesta como nuestro 17 de octubre.
Salir tan temprano de la básica, tener las patas hinchadas por la caminata y agua hasta en la ropa interior, comerse un choripán aguachento, tuvo su premio: estar cerca de La Jefa cuando irrumpió en el palco –armado arriba del acoplado de un camión-, y ofreció un discurso lleno de línea política ante la nueva etapa política que se inauguraba.
El sol, irreverente como el peronismo, una vez más, volvía a salir. Ese mediodía del 13 de abril de 2016, la organización comenzó a entonar un tema que que sería de los más cantados y celebrados en la calle durante aquel tiempo neoliberal, y cuyo destinatario era y sigue siendo el Partido Judicial: "Decían que a Comodoro no íbamos a entrar, hicimos una caravana y entramos igual... Ya van a ver: de la mano de La Jefa (Cristina Kirchner) vamos a volver”.