Política

48 años de amor y coraje

La lucha es para siempre

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Las Madres de Plaza de Mayo comenzaron una marcha histórica que aún hoy marca el camino de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia frente al negacionismo y la impunidad.

por Luján Torrez *
30 abr 2025

El 30 de abril de 1977 un grupo de mujeres inició en Plaza de Mayo una marcha que ya nunca se detendría. Era plena dictadura cívico-militar y ellas, que hasta entonces eran madres de familia, amas de casa, trabajadoras, se transformaron en las Madres de Plaza de Mayo. A 48 años de aquel primer paso, siguen caminando. No sólo para reclamar por sus hijxs desaparecidxs, sino para construir una Patria más justa, libre y solidaria, como la que soñaron ellxs.

Cuando la dictadura pretendía borrarlo todo, las Madres empezaron a escribir historia. La historia de una rebeldía que rompió con todos los mandatos. "Aquí no se viene a llorar, se viene a luchar", se decían entre ellas. Las obligaron a circular y ellas marcharon. Les prohibieron reunirse y se convirtieron en organización.

En ese andar colectivo, las Madres rompieron con la idea tradicional de la maternidad como algo íntimo o privado. Ellas socializaron la maternidad: sus hijxs ya no eran solo sus hijxs, eran hijxs de todas. Cada vida secuestrada era un compromiso político, no una tragedia individual. Así, la lucha personal se transformó en lucha colectiva, y el dolor en organización popular.

En octubre de 1977 las Madres decidieron ir a la multitudinaria procesión a Luján, para visibilizar su reclamo, pero ¿cómo reconocerse? Ahí nació el pañuelo blanco: un viejo pañal de tela que usaron para encontrarse entre la multitud. Hoy, es un símbolo universal de lucha y resistencia.

Ese mismo año publicaron la solicitada en La Nación con los nombres de sus hijxs. Fue la antesala del secuestro y desaparición de —como decía Hebe— tres de las mejores Madres: Azucena Villaflor de De Vincenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco. Pero lejos de detenerse, la lucha se hizo más fuerte. En plena dictadura y bajo amenaza permanente, crearon la consigna que todavía enarbolan: "Aparición con vida".

El 10 de diciembre de 1981 hicieron la primera Marcha de la Resistencia, caminando 24 horas alrededor de la Pirámide. Fueron setenta, ochenta Madres, bajo la lluvia, sin luz, sin descanso. Resistieron sin bajar la cabeza, rodeadas de uniformados que pretendían amedrentarlas. La Marcha de la Resistencia no fue solo permanecer: fue recuperar la Plaza para el pueblo. Mientras otros organismos dudaban, temiendo "provocar" a la dictadura, las Madres mostraron que la verdadera provocación era la memoria, la verdad y la organización.

Terminada la dictadura genocida, lejos de encontrar reparación o justicia verdadera, las Madres enfrentaron nuevos intentos de ser silenciadas. A lo largo de las décadas, los distintos gobiernos constitucionales intentaron aislarlas, desacreditarlas o neutralizarlas. Las quisieron hacer pasar por locas, rencorosas, antiargentinas. No toleraban que las Madres señalaran que, sin justicia verdadera, no podía haber democracia real. Mientras les pedían silencio o resignación en nombre de una "unidad nacional" construida sobre la impunidad, ellas siguieron marchando.

Durante el regreso de la democracia, mientras se firmaban pactos de silencio, ellas denunciaban: ni reconciliación, ni olvido. No aceptaron las leyes de obediencia debida ni el punto final. No aceptaron cambiar la verdad por olvido, ni lucha por la reconciliación. Frente a los indultos y las leyes de impunidad, las Madres sostuvieron el grito de justicia. Nunca resignaron sus tres consignas: No a las exhumaciones —porque un puñado de huesos no los identifica, porque ellos son sueños, esperanzas y ejemplo para las generaciones siguientes—; No a ponerle precio a la vida —porque sus hijos les enseñaron que la vida tiene valor en la entrega por los demás—; No a los homenajes póstumos —porque el único homenaje posible es levantar sus banderas de lucha y continuar su camino.

Ellas, tan orgullosas de sus hijos revolucionarios, hicieron exactamente eso: levantar sus banderas y seguir sus luchas. Por eso, no se consideran un organismo de Derechos Humanos sino una organización política, porque como decía Hebe: “Entre un milico preso y un niño feliz, prefiero el niño feliz”.

En esa línea, con el propósito de formar cuadros, abrieron la que hoy es la Universidad Nacional Madres de Plaza de Mayo —que la semana pasada cumplió 25 años—. También tienen la Radio de las Madres, su periódico, y continúan luchando y levantando la voz por quienes más lo necesitan.

Su relación con los gobiernos dio un giro con Néstor Kirchner. Por primera vez, un presidente tomaba sus demandas como propias. Pidió perdón por los crímenes cometidos por el Estado y se definió como parte de esa generación diezmada. Para las Madres, no fue solo un reconocimiento: fue la concreción de los sueños de sus hijxs. No vieron en Néstor y Cristina simples aliadxs, sino la continuidad política de la lucha revolucionaria que habían abrazado sus hijxs.

Hoy, cuando una nueva ofensiva de odio, y ajuste se ensaña con el pueblo, las Madres siguen siendo faro. Mientras hay un gobierno negacionista que reivindica la época más oscura de nuestra historia, ellas, con 48 años de lucha, siguen señalando el camino: no hay democracia sin memoria, sin justicia ni organización. Y como siempre, el jueves a las 15:30, estarán marchando en la Plaza de Mayo.



* Militante de La Cámpora.