Su elección no fue casual. Aquel 13 de marzo del año 2013 el mundo se enteraba que el nuevo Papa era un argentino, llegado desde la periferia, para asumir como líder de la Iglesia Católica, la institución que sobrevive hace 2025 años en la tierra.
Argentino, gracias a Dios
Francisco, salido del pueblo y las periferias

El primer Papa latinoamericano trazó su pontificado junto a los más vulnerables: recorrió villas y defendió a los migrantes en Lampedusa, y renovó la misión de la Iglesia con Laudato Si y Fratelli Tutti, poniendo la justicia social, el cuidado del planeta y el diálogo fraterno al corazón de su mensaje.
Es difícil poder compilar toda su obra en este escrito. Y además sería imposible, porque seguramente su legado podrá seguir estudiándose en los años próximos. Pero me gustaría poder destacar algunos hechos que caracterizaron su pontificado de más de doce años.
De la periferia al centro: fue el primer Papa venido de Nuestra América. Su ministerio como Arzobispo de Buenos Aires lo tuvo siempre caminando las periferias culturales, sociales y existenciales y esta convicción la tiene por ser un hombre que siempre creyó en la teología del pueblo. Dice Romano Guardini, uno de los teólogos cabecera del papa Francisco: "El Pueblo es síntesis de lo más humano que poseen las personas que las integran y por ello comprenderlo a fondo es penetrar en el fascinante misterio del ser humano en relación".
Sobre esta mirada del Pueblo, suma Francisco desde su exhortación Evangeli Gaudium (la segunda de su pontificado): "Para entender esta mirada hace falta acercarse a ellas con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar". Periferias, Pueblo, Buen Pastor y Amor Misericordioso; sobre estos conceptos fundamentales, Francisco asienta las bases de su pontificado.
Con ese bagaje y liderazgo profundo, no solo en Argentina, sino fundamentalmente en América Latina, Bergoglio llegó al cónclave de marzo de 2013, luego de haber organizado y dirigido la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que se realizó en Aparecida, Brasil. La Conferencia, con su espíritu sinodal y su enfoque en la evangelización y la justicia social, ha sido clave para la reflexión y la acción pastoral de la Iglesia en el continente.

Periferias. Todo primer viaje de un jefe de Estado marca la impronta de su gestión, tal como se conoce este precepto en la diplomacia. Francisco lo hizo a la Isla de Lampedusa, al sur de Italia, conocida como la puerta de Europa, donde lanzó una fuerte prédica en favor de los migrantes y la necesidad de los Estados europeos de trabajar en un acuerdo global para resolver de alguna manera este gran problema que viven los pueblos de la humanidad. Podríamos mencionar también sus viajes a Irak, Albania, Arabia Saudita, Marruecos, Corea del Sur, Nueva Guinea, Kenia, Mongolia, Sudán del Sur, Congo, Colombia, Perú, Cuba y Bolivia, entre tantos otros, destacando los nuevos conflictos sociales, étnicos, ambientales y políticos que atraviesan nuestro mundo y la mirada de cómo debemos abordarlos desde la fe y desde la Iglesia.
Laudato Si y Fratelli Tutti. Pero el Papa no es solo un Jefe de Estado que actúa a través de la diplomacia, sino el Pastor de la Iglesia. Y desde ese magisterio incorpora, renueva y refresca la palabra de Dios ante los problemas que afectan a todos los habitantes del mundo. "La crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana. Las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre: «El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza". Estas reflexiones que hace Francisco desde el estrado de la sede de Naciones Unidas en Nueva York marcan también una mirada sobre cómo cuidar nuestra Casa Común.
"El mundo contemporáneo, aparentemente conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación social que pone en riesgo «todo fundamento de la vida social» y por lo tanto «termina por enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses» (Laudato si’, 229). Además de tener un correcto diagnóstico, Francisco nos plantea un método de acción, y eso es parte del corazón de la encíclica "Fratelli Tutti" donde se nos vuelve a invitar a la humanidad a volver sobre varios conceptos tales como el "diálogo" como camino para abrir el mundo y construir la amistad social y "la buena política". Política para y con el pueblo, es decir, popular, con caridad social, que busca la dignidad humana y es ejecutada por hombres y mujeres con amor político que integran la economía a un proyecto social, cultural y popular.
"Pero no basta con esto: tenemos que enfrentar la realidad de las heridas del desencuentro y establecer y recorrer, en su lugar, caminos de reencuentro. (Cap. 7). Hay que curar las heridas y restablecer la paz; necesitamos audacia y partir desde la verdad, partir desde el reconocimiento de la verdad histórica, compañera inseparable de la justicia y la misericordia, que es indispensable para encaminarse al perdón y la paz. Perdonar no es olvidar; el conflicto en el camino hacia la paz es inevitable, pero no por ello es aceptable la violencia. Por ello la guerra es un recurso inaceptable y la pena de muerte una practica que erradicar".
Salida a las periferias para conocer realmente la conciencia del Pueblo, siendo hombres y mujeres de infinita misericordia, como nuestro Padre del cielo nos tiene. Podría ser un resumen un poco injusto, por lo escueto, de la enseñanza que nos deja Francisco. Quienes pretendemos hacer política en esta Argentina necesitamos seguir teniendo fe en nuestro Pueblo. Entiendo que nuestros gestos deben tener correlato con la palabra, tal como nos enseñaron Jesucristo y Francisco.
* Militante de La Cámpora y Diputado Nacional.