Política

Unidad obrero-estudiantil

Contra el ajuste y la entrega: el Cordobazo como bandera

Cordobazo

De Córdoba salieron los tanques que derrocaron a Perón en 1955 e instauraron la proscripción del justicialismo a lo largo de 17 años. De Córdoba, también, salió el pueblo que el 29 y 30 de mayo de 1969 hizo temblar a la dictadura del general Onganía, que parecía destinado a quedarse en el gobierno hasta su muerte, igual que Franco en España. Durante aquel tiempo se decía que en Buenos Aires no pasaba nada, que reinaba un pálido clima de apatía y conformismo. Pero en el interior de la patria, en apenas unos meses, pasó todo. Las provincias ardían de descontento y estallaron una detrás de otra, en una serie de puebladas de las cuales el Cordobazo fue la más icónica, no la única ni la primera. 

por Sebastián Antagli *
30 may 2025

Entre el “Ocampazo”-que sacudió el noreste de Santa Fé en enero de 1969- y la destitución de Onganía el 8 de junio de 1970, ocurrieron levantamientos-algunos se repetirían poco después- en Corrientes, Rosario, Salta, San Miguel de Tucumán-como el de Córdoba, todos fueron en mayo-, Cipolletti y El Chocón. Luego de la caída de Onganía, se sumaron Catamarca, Casilda, San Salvador de Jujuy, Rawson, Mendoza, General Roca, Animaná y Trelew. Por mucho que lo amedrentaran, el pueblo argentino había perdido el miedo y decía basta.

 

Esa formidable movilización popular que denominamos “Cordobazo”, acontecida hace 56 años, tiene un texto y un contexto, como le gusta recordar a Cristina. El texto es la confluencia de la lucha obrero-estudiantil, impulsada por jóvenes militantes y audaces que representaban a sectores diversos y provenían de tradiciones políticas y organizativas diferentes, pero que entendieron que había que poner el cuerpo en la defensa de los derechos para que un gobierno que se mostraba invencible y venía por todo comenzara a recular y finalmente se desplomara como un castillo de naipes. 

 

Los nombres son conocidos. Por una parte, Agustín Tosco, secretario general de Luz y Fuerza, encuadrado en la CGT de los Argentinos que desde 1968 conducía Raimundo Ongaro y se posicionaba en la discusión sindical de entonces como continuadora de los programas de La Falda y Huerta Grande. En segundo lugar, Atilio López, que dirigía la combativa UTA de Córdoba, la seccional de la CGT en la provincia y que años más tarde sería electo vicegobernador de Obregón Cano, antes del Navarrazo y su asesinato a manos de la Triple A. Por último, Elpidio Torres, del SMATA, el gremio más grande de Córdoba, alineado con la CGT Azopardo que lideraba Augusto Timoteo Vandor.


El detonante del conflicto, por el cual se reunieron estos tres sectores, fue la extensión de la jornada laboral, que llevó a realizar numerosas asambleas y a adelantar para el 29 la huelga general que las dos CGT nacionales habían decretado para el 30 de mayo. 


Por otro lado, había un movimiento universitario muy activo a lo largo y a lo ancho del país, que enfrentaba la política de ajuste e intervenciones que el onganiato lanzó sobre las Universidades públicas. Córdoba no fue la excepción y los estudiantes salieron a la calle reclamando justicia por el asesinato de Juan José Cabral en Corrientes-que estudiaba Medicina en la Universidad Nacional del Nordeste- durante la represión que 14 días atrás había efectuado la policía para terminar con las protestas que desencadenó el cierre del comedor universitario.  

 

El encuentro entre obreros y estudiantes fue un freno determinante para el proyecto de extranjerización económica del ministro Adalbert Krieger Vasena. Quien a la semana de los acontecimientos tuvo que irse del gabinete; pero también fue el puntapié de una fuerza popular arrolladora e imparable que recorrió toda la Argentina y culminaría en la derrota de la proscripción-con el Luche y Vuelve como bandera e insignia- y el esperanzador retorno de la democracia en 1973. 


Barrios tomados, barricadas y enfrentamientos callejeros eran el paisaje de aquellas jornadas donde el único héroe fue el héroe colectivo.

La ciudad de Córdoba se amalgamó en una solidaridad mágica y ejemplar, para esconder, asistir y cuidar a todos los perseguidos por el régimen. Frente a esa respuesta conmovedora, Eleodoro Sánchez Lahoz, encargado de la represión, sólo pudo afirmar: “me pareció ser el jefe de un ejército británico durante las invasiones inglesas”. Las Fuerzas Armadas volvieron a tomar la ciudad, pero esa ciudad ya era otra.

 

En un contexto de suspensión de todos los partidos políticos, de intromisión autoritaria sobre la vida sindical, universitaria y provincial, de censura ideológica, de represión social y salarial, de favoritismo hacia las corporaciones estadounidenses y con dirigentes que en nombre del peronismo -y contra Perón- buscaron negociar y acomodarse, como si existiesen soluciones gremiales a costa del sufrimiento del pueblo y la entrega de la patria a los intereses del imperialismo, el Cordobazo fue el punto de condensación de una resistencia que venía de mucho antes, desde las unidades básicas clandestinas y las corrientes militantes de trasvasamiento generacional que no se resignaban a vivir en un país con su mayoría proscripta y contagiaban a los abatidos y desilusionados las ganas de transformarlo todo. 

 

El Cordobazo nos enseña que los procesos llevan su tiempo y que nunca hay que perder el espíritu de rebeldía y la voluntad de cambiar las cosas por muy difíciles que sean. 


Cuando menos se la esperaba, cuando Onganía amenazaba con perpetuarse en el poder, estalló la multitudinaria revuelta.

Consciente de la velocidad que conlleva la organización del pueblo, Agustín Tosco diría: "Nuestra experiencia nos ha enseñado que sobre todas las cosas debemos ser pacientes, perseverantes y decididos. A veces pasan meses sin que nada aparentemente suceda. Pero si se trabaja con ejercicio en estas tres cualidades, la tarea siempre ha de fructificar: en una semana, en un mes o en un año. Nada debe desalentarnos, nada debe dividirnos. Nada debe desesperarnos."

 

Con ese temple miles de hombres y mujeres enfrentaron hace más de 50 años a los vendepatria de ayer. Con ese temple, ese corazón y esa hermandad debemos enfrentar a los vendepatria de hoy-que también criminalizan las protestas, afectan el derecho a huelga, promueven la extranjerización de la economía, hunden el salario y validan la proscripción-. Pacientes, perseverantes y decididos, porque compartimos con Cristina la certeza de que, aunque le cierren todos los caminos, el pueblo siempre encuentra la manera de volver.

 

Así nos lo planteó y encomendó el último 25 de mayo, en el Encuentro de la Cultura Popular: “Miren, hubo muchos intentos de suprimir la historia, hubo muchos intentos de suprimir al pueblo y ese pueblo y esa patria siempre aparece. Tal vez de distintas formas y con distintos nombres, pero yo les puedo asegurar que siempre la patria va a volver y no la van a poder vencer porque es demasiado grande y es demasiado importante en nuestras vidas y en nuestra historia.” 


*Militante de La Cámpora, estudiante de la UNDAV.